(...) Yo soy de esta vestida tierra herbosa
donde el sol nos envuelve con cariño,
donde la bruma besa nuestros rostros
y las playas se aroman con sus pinos.
Soy de estas costas, duras y norteñas,
donde se encrespa el mar embravecido,
donde hay temblor de algas
bajo espumas de armiño (...)
(Matilde Camus. Yo soy de la montaña. Santander 1919-2012)
Las tierras cántabras fueron testigo excepcional de nuestra primera ilusión por viajar. Fue nuestro primer destino en un verano perdido en el tiempo quizás en el 1983. Partimos rumbo a ese mar a bordo del Seat 850 regalo de mi padre y como cobijo, una pequeña tienda de campaña. Pero eso, no importaba. Miramos con unos ojos distintos a los que ahora tenemos, descubrimos sin saber. Teníamos toda nuestra juventud y la fuerza e ilusión que ella regala.
Y regresamos treinta y seis años después, con otra mirada, con una vida llena ahora de recuerdos, con muchas historias que contar y también con muchos silencios elocuentes.
Entonces, éramos el principio y el camino estaba por recorrer; ahora, con tanto camino andado, podemos mirar atrás con alegría y encarar lo que quede con tranquilidad. O al menos ese es mi deseo.
Entonces, con mis veinte años y un poquito mas, cuando junto al que ahora sigue siendo el compañero de toda mi vida me senté a contemplar por primera vez ese mar Cantábrico, entoné alguna estrofa de aquella hermosa canción de Jorge Sepúlveda; "mirando al mar soñé, que estaba junto a ti". Y él se rio de mi y no me extraña. Cantar no es una de mis cualidades.
Entonces, mirando a ese mar soñé una vida junto a él, y el sueño, se hizo realidad.
Regresamos a donde todo comenzó.