En mi siguiente sueño. (Desde Cabárceno a Santoña- 2022)

 

El hombre que ha empezado a vivir más seriamente por dentro

empieza a vivir más sencillamente por fuera

(Ernest Hemingway)

El viaje aplazado por la pandemia lo podemos realizar por fin. Estamos en Cabarceno, en el aparcamiento lago (43.358500-3.818860).Llegamos ayer por la tarde. Cada vez nos lo tomamos con más tranquilidad y llegamos aquí casi a las 19 horas. Muchas autocaravanas y…mucho calor, incluso vimos gente bañándose por lo que buscamos desesperadamente la sombra. 

La noche transcurrió tranquila después de que una familia decidiera que se iba a dormir por lo que los demás también pudimos descansar y es  que estuvimos oyendo los berridos de los niños hasta las 23,30 así como golpes y sonidos sordos que daban la impresión de que estuvieran desguazando la autocaravana. Nos explicamos el por qué los vecinos más próximos a esta familia, se movieron de noche ya incluso olvidando los calzos que luego vinieron a buscar. Suponemos que cambió de sitio buscando un lugar más…silencioso. Una pesadilla de familia, que a la mañana siguiente encontraríamos en el parque, aparcada delante de un señal que prohibía explícitamente que no se dejara ningún vehículo allí y habiendo entrado por una carretera que tenía prohibida la circulación de autocaravanas.  Ahora ya, viendo a los padres, nos explicamos el comportamiento de los niños. Y ahora, según escribo esto vemos llegar una “sunlight”, la misma que tenía esta familia. Se ha colocado al otro lado de una autocaravana belga vecina y si son ellos,….a lo mejor, hasta me voy al otro extremo. Y me preocupa mi actitud. Cada vez aguanto menos a este tipo de personas tan maleducadas y que actúan como si no hubiera más gente en el mundo que ellos.

Vuelvo al relato.  Hemos entrado al parque de Cabárceno cinco minutos después de las 9,30. Pese a que Angel paga como jubilado, hemos abonado unos 60 euros por los dos.

Y comienzo por hacer algunas reflexiones relacionadas con este tipo de lugares. La última vez que estuvimos en el oceanario de valencia y vimos una pobre beluga que nadaba de esquina a esquina de su pecera, y luego a los delfines haciendo payasadas para la gente, en vez de nadar libremente en libertad por el Mediterráneo, dijimos que no íbamos a visitar ningún zoo ni parque de animales por mucha libertad que nos dijeran que tienen los animales que viven allí. Pero…leímos y oímos tantos comentarios positivos de este lugar, que me sentí tentada y decidimos visitarlo. Pero no deja de ser una jaula de lujo.

La verdad es que los primeros que vemos, los elefantes, disfrutan de enorme explanada verde por donde pululan tranquilos con un estanque, pero luego, la siguiente parada fue en el recinto de  los guepardos y ahí, cuando los veo en un espacio pequeño me pregunto qué hacen estos pobres animales allí metidos en vez de disfrutar de su velocidad por las estepas africanas. 

Y lo siguiente que visitamos tampoco ayudó a cambiar mi estado anímico. Los lobos. Una pareja, metida en un agujero, amplio, pero sin vegetación. 


Y después, junto a una gran explanada donde había avestruces, jirafas y otros herbívoros, al acercarnos al recinto de las rapaces nos encontramos con unos pequeños  espacios donde encontramos suricatas que nerviosamente y curiosos, se acercaban y corrían a vernos. El espacio tenía las paredes de cemento y no serían más de 8 o 10 m2 con una tierra pelada llena de agujeros.  Pobrecillos, con lo simpáticos que son, lo activos, lo sociables, me pregunté una vez más que demonios hacían allí, encerrados.

Y continuamos subiendo y bajando de la autocaravana, viendo los rinocerontes, el lago donde se suponía que había hipopótamos y que no conseguimos ver aunque sí disfrutamos del vuelo de un alimoche, las cebras…hasta llegar al recinto donde se encontraba el jaguar y la pantera. 


Y aquí,  me derrumbé. No pude suportar ver a la pobre pantera rugiendo mientras que caminaba de un lado a otro de un recinto que era un agujero, grande, bonito, digno, pero, no era su lugar. Estaba acompañada del jaguar y entonces me trasladé tres años atrás, a la estación Sirena en Corcovado, Costa Rica, hábitat natural de estos animales. Mi memoria extrajo rápidamente las imágenes de esa densa selva, de esa cúpula verde por donde no atravesaba la luz del sol, el calor, la humedad, los sonidos y una vez más, me pregunté qué hacían allí estos pobres bichos. Solo ser víctimas de la curiosidad de unos, de los visitantes, y de la codicia de otros, los que los cazan, los venden y los que los muestran. Y llega luego lo que no quise ni pensar, su alimentación, no tanto la de los herbívoros como la de los carnívoros. 

En fin, que abogo por la desaparición de estos lugares pese a pensar que entonces el que tenga medios económicos podrá permitirse el lujo de viajar a los países donde estén estos animales, mientras que el que no los tenga, tendrá que conformarse con verlos enlatados en imágenes. Pero esto…es una crueldad a no ser que estos lugares se llenen de especímenes enfermos o  débiles que no sean capaces de sobrevivir en su medio, o que formen parte de investigaciones para mejorar el futuro y las condiciones de sus congéneres. En fin, soy consciente de que todo esto es muy polémico.

Y una crítica más, para no dejar de ser yo: las autocaravanas no podemos acceder por determinados sitios pero sí pagamos igual que los demás y eso no me parece justo. Incluso cuando nos acercamos a subir en las telecabinas no se nos permitía aparcar allí, aunque ni lo pensé. Si me dicen que no, que me ofrezcan la alternativa. No me pueden cobrar más de 60 euros, no dejarme transitar por determinadas carreteras y luego, prohibirme o limitarme el aparcamiento en determinados lugares dentro del mismo parque.

Exceptuando estos aspectos negativos,  y estas reflexiones, el parque tiene en sí un interés geológico y es muy agradable pasear por él. Está muy bien cuidado y realmente es de los mejores sitios que hemos visto para tener animales en cautividad.

Después de nuestro paseo en telecabina, entrada incluida en el precio y que da un visión por todo el parque de unos 30 minutos, nos acercamos al aparcamiento de los elefantes donde había sombras y es que sorprendentemente a mediados de mayo hay una ola de calor y hoy hace mucho. Así que en una esquina, bajo la sombra de un árbol disfrutamos de nuestra comida acompañados por dos elefantes que apenas se apartaron de nosotros. Todo un lujo.




Alrededor de las 17 horas salimos poniendo rumbo a Liérganes. Aparcamos en el área de autocaravanas que está junto a la estación del tren donde aprovechamos para cargar y descargar agua  y luego visitamos esta bonita localidad donde destacan las viejas casonas de la plaza del Marqués de Valdecilla y el puente románico, toda una belleza. Sin duda, una localidad que merece la pena visitar, cercana a Cabárceno y de fácil acceso.

Ahora, a las 20.30, de nuevo en el aparcamiento del lago del parque de Cabárceno, la temperatura ha bajado considerablemente y se puede estar en el interior de la autocaravana, cosa que ayer no era posible y tuvimos que sacar las sillas debajo de los sauces para protegernos del calor.

Noche tranquila aunque hay que destacar lo escandalosas que son las autocaravanas españolas … con niños y como anécdota, era una vez más una “sunlight” así que llegué a pensar que la familia ruidosa de la noche anterior nos perseguía. Pero era otra, también con niños chillones hablando a gritos y a las 8,30 de la mañana, igual, como si solo estuvieran ellos y los demás tuviéramos que estar despiertos y el que no, pues ya lo estaba, y me refiero a que las voces y gritos los daban fuera de la autocaravana.

Me da mucha tristeza y también, por qué no decirlo, rabia. Hace 20 años no existía ningún área para autocaravanas, ni aparcamientos, ni nada. Ha sido la lucha de una generación la que ha conseguido que se fueran construyendo este tipo de lugares donde nos acogieran, aparcamientos donde no se nos fuera viendo con malos ojos. Ahora, aunque no estamos como deberíamos, si es cierto que se ha andado mucho camino y podemos encontrar acogida en muchas de nuestras ciudades españolas. Los jóvenes y no tan jóvenes que descubren este mundillo carecen de nuestra memoria y muchos de ellos ensucian, son ruidosos, molestos, con lo algunas áreas han cerrado, como la que había aquí en  Cabárceno que se ha quedado solo como aparcamiento y es que hemos leído que sobre todo los fines de semana era un caos y un guarreo auténtico. Es cierto que es una minoría pero que nos marca y estigmatiza a todos y no hay que excluir a los extranjeros que vienen a hacer aquí lo que no pueden hacer en su país. Se mimetizan a una velocidad pasmosa.

Y esto lo ratifico ahora que repaso el relato a finales de junio en Lillaz, un pueblecito del Valle del Cogne en el Parque Nacional Gran Paradiso del Valle de Aosta, los Alpes italianos. Estamos rodeados de imponentes cimas en un escenario espectacular. Pero, llueve, y lo hace desde primera hora de la mañana y prácticamente sin parar lo que nos ha obligado a permanecer encerrados en nuestros vehículos, a nosotros, y a una decena de autocaravanas más. Pero lo hacemos en un área para autocaravanas, del ayuntamiento, a las afueras pero casi en esta misma localidad, pequeña y tranquila. Su costo, 15 euros al día incluyendo la electricidad. Ayer vimos como ponían una barrera. Este sistema que hemos visto en otra y que en Francia llevan años, dan completa autonomía de funcionamiento. Puedes elegir el idioma y funcionan igual que un aparcamiento, tomando ticket y luego abonando el importe antes de dejarla.  Y es que yo abogo por que las áreas sean de pago. Eso limitaría su uso, establecería límites y contribuiría a su conservación y mejora. Haciendo un cálculo superficial y sobre una ocupación de 10 autocaravanas cuando tiene capacidad para 32, esta área generaría unos ingresos de 4.500 euros mensuales. Incluso pensando en la mitad, ya  que hay que tener en cuenta que en los meses invernales no venga casi nadie, pensar que las arcas municipales pueden ingresar una media de 2000 euros al mes con unos mínimos gastos de mantenimiento, creo que bien merecen la pena. Y aquí son bien conscientes de ello ya que a pocos metros hay dos camping y a 7 km, otra área con capacidad para 120 autocaravanas.

Pero…vuelvo al relato.

Hemos recogido velas y puesto rumbo a Santander, al Faro Mayor donde hemos llegados sin problemas. Desde allí hemos disfrutado de las hermosas vistas sobre la bahía de esta hermosa ciudad bañada por un Cantábrico en calma  en un luminoso y tranquilo día sin los calores que sufrimos ayer y es que mientras que toda España sufre temperaturas que superan los 30 y 35 grados, aquí no lo vamos a notar.

Del faro nos hemos “aventurado” a la ciudad, al aparcamiento de la estación del tren, por ser el más céntrico que nos permitía en poco tiempo, tomar un barco autobús que recorría la bahía de Santander llevándonos a Somo y también pasear por el paseo marítimo y visitar en la tarde los refugios antiaéreos de la guerra civil.

Y aunque cada vez me gustan menos las ciudades y me agobian más, sin problemas que destacar llegamos al céntrico aparcamiento de la estación de tren (3.458816-3.811184).  2,08 euros la hora hasta un máximo de 24 euros. 4 metros de altura pero hay que ir hasta el final para disfrutar de más espacio.

A eso de las 11 nos disponemos a irnos pero la alarma nos da problemas. En cuanto se “arma” se dispara y no comprendemos porqué. Le quitamos los volumétricos y conseguimos que funcione con normalidad, así que nos dirigimos al puerto para tomar un barco autobús que nos lleve a Somo.

La temperatura es estupenda, tanto que me permito coger mi chaqueta que luego, sobre todo durante la travesía, usaría.

Decidimos dirigirnos directamente a Somo sin bajarnos en  la parada que hay en Pedreña. El trayecto dura 30 minutos y el precio es de 5 euros ida y vuelta. En nuestro recorrido vamos disfrutando de toda la bahía santanderina hasta divisar la playa de el Puntal viendo detrás el Palacio de la Magdalena. 


Un barco de Britany ferries está entrando y lo hace justo por detrás de esta playa del Puntal y por delante del palacio. Parece que se desplaza por la arena de la playa. La marea no esta alta por lo que nuestro barco navega por un pasillo marcado. El paseo es muy agradable. 



Desembarcamos y nos dirigimos caminando a la playa. Al final de un paseo marítimo corto encontramos las sendas que se introducen entre las dunas hasta llegar a la hermosa playa del Somo. Una belleza, grande, de arenas doradas y finas, con el azul intenso y una roca que sobresale en medio con un faro  y los surferos que juegan con el aire creando figuras imposibles.

Pero tenemos que regresar para tomar el barco que media hora después de las 14 horas nos dejaría de nuevo en Santander. Con un poco de retraso nos recoge y regresamos a la autocaravana a comer y descansar un poco.

Tras este paréntesis de descanso, dejamos ahora a nuestra amiga peluda y nos dirigimos a los refugios antiáereos de la ciudad paseando con tranquilidad por sus calles y disfrutando de la vida que tiene. La temperatura es maravillosa y aconseja ponerse la chaqueta. Después de quince minutos de caminata encontramos la entrada al refugio y como nos sobran quince más nos acercamos a la catedral.

A la hora acordada, las 18, nos esperaba ya un guía y como no apareció nadie más entramos en este pequeño refugio. Las entradas hay que adquirirlas por internet, como casi ya todo, en la página…

Enseguida nos sumergimos en esta galería subterránea de nombre Mariana Pineda, uno de los ….refugios que tuvo la ciudad y que podía albergar a 70 personas. Es más pequeño que el de Almeria y su construcción es distinta, pero ofrece unas novedades con respecto a aquel: en su interior conservan una bomba alemana original de 250 kg que no llegó a explotar, el traje de un piloto de la legión Cóndor que fueron los que atacaron principalmente esta ciudad y por último y durante unos instantes se apagan todas las luces recreando  el estremecedor sonido de un bombardeo. 

Además la curiosidad de que conserva  las normas establecidas para hacer uso  del refugio así como la lápida de dos tumbas de soldados alemanes muertos en acto de servicio. Interesante la visita a estos lugares que forman parte de un pasado no tan lejano y cuya memoria se conserva en nosotros a través de nuestros padres, pero cada vez más lejano para nuestros hijos.

Quince minutos antes de las 19 dejamos el lugar para algo inquietos, dirigirnos a recoger nuestra autocaravana. Y digo inquietos porque leímos en varios comentarios que había que llegar pronto para encontrar sitio en el área de autocaravanas que tiene la ciudad e íbamos a llegar bastante tarde, así que ya teníamos un “plan B”.

Cuando fuimos a recogerla, el vigilante de la entrada al que preguntamos cuando teníamos que pagar, nos hizo un pequeño descuento. Y de 19 euros, que es un buen dinero, nos lo dejó en 17 y nos dijo que había que pedirlo. Le estuvimos dando información de la aplicación park4night al preguntarnos dónde habíamos obtenido la información de ese aparcamiento ya que pretendían publicitarlo para atraer autocaravanas, sobre todo las que van a embarcar o desembarcar del ferry Santander a Inglaterra o viceversa. Nos comentó que habían intentado ponerse en contacto con los británicos, con Britany ferry que es la que hace la travesía, pero sin éxito. No sé por qué no me sorprendió.

Agradeciéndonos la información que le habíamos facilitado, nos despedimos, recogimos nuestra autocaravana y nos dirigimos al área (43.472184-3.803297), donde milagrosamente estamos ahora.  Cuando llegamos había únicamente dos plazas libres. Mucha suerte tuvimos. Y vuelvo a repetir lo mismo. Que no sean gratuitas para que la gente no se “establezca” aquí y además, nos tenemos que acostumbrar a pagar por los servicios que nos ofrecen, como se hace en todos los demás países de Europa. Esto son puestos de trabajo y hay mucha gente que vive de estas áreas. Habría más ventajas, como su conservación. En fin, que nos queda todavía camino que recorrer.

Tras una ducha estupenda, estamos ahora descansando. Mañana iremos hacia el Este por la costa. Sin prisa y temiendo la gente que se desplace en este fin de semana.

En la mañana del viernes recogemos nuestras cosas, cambiamos aguas y nos dirigimos al palacio de la Magdalena, pero una vez allí, prohibición de estacionamiento a vehículos de más de 1,8 toneladas, es decir, nosotros, a pesar de que el aparcamiento estaba vacío. También es cierto que vemos alguna que otra camper o autocaravana aparcada, pero sinceramente, no nos la queremos jugar. Además se suma que el día está gris y de vez en cuando se escapan unas gotas de chirimía mojabobos (siempre recordaré que en Costa Rica lo llaman  “pelo de gato”)  así que enojados dejamos atrás la ciudad para poner rumbo a Loredo, anexa a la playa de Somo en la que estuvimos ayer.

Y cada vez me dan más miedo las ciudades así que ante la duda de si nos meteremos por el centro de Santander siguiendo al navegador, preferí dar una gran vuelta  hasta llegar a nuestro destino. Una vez allí dejamos la autocaravana aparcada en una calle que da a la playa frente a un instituto de enseñanza media para a través de unas pasarelas y tras ascender por unas dunas, avistar esta hermosa playa casi interminable de arenas doradas.  Al fondo, Santander.

Damos un paseo de lado a lado, muy agradable sobre esta arena dura y regresamos para poner ahora rumbo a un mirador, el de los acantilados de Loredo

Así circulamos por una preciosa urbanización de casas con enormes jardines que envidiamos hasta llegar a un fondo de saco donde aparcamos y nos detenemos a admirar el paisaje que se abre ante nosotros con la Isla de Santa Marina de frente y de nuevo Santander y el palacio de la Magdalena a nuestra izquierda. Vemos que sale una senda que discurre por el alto del acantilado hacia el norte pero a Angel no le apetece mucho, es más de andar por playas sin fin más que por veredas de acantilados, así que nos dirigimos ahora a la playa de Langre.

Llegamos al final de una carretera y nos asomamos. Abajo a nuestra derecha se abre la ensenada de Galizano dejando la hermosa playa de Langre a nuestros pies cerrada por un acantilado. No podemos descender a la playa desde allí pero vemos un grupo de autocaravanas que le alinean en la parte superior  del acantilado con unas estupendas vistas. Pero cuando nos acercamos vemos con decepción que es un aparcamiento donde cobran 3,5 euros por autocaravana y no está permitida la pernocta, así que únicamente para ver la playa decidimos no quedarnos y continuar hasta la playa de Galizano. 

Hay un aparcamiento vacío con un galibo de salida, pero no a la entrada, así que aparcamos  y a excepción de un turismo estuvimos en completa soledad. Descendemos por un camino asfaltado cómodo hasta esta playa, muy profunda y donde desemboca el río Herrera  partiéndola por la mitad lo que  nos impide acercarnos  a la orilla del mar.

Regresamos  pensando ya en buscar un lugar para comer, descansar y pasar la noche y tras leer que en un prado cerca de la playa de El Sable su propietario permite dormir decidimos fijar nuestro rumbo a este lugar pero termino de leer que está cerrado hasta julio, así que  nos vimos obligados a  buscar  otro sitio cercano, en la parte alta de un acantilado  cerca del ecoparque de Arnuero donde la gente dice que aunque es un poco estrecha la carretera el lugar merece la pena.

Pero, cuando dejamos la carretera general y nos introducimos por otra, ésta se estrecha a nuestro juicio demasiado y discurre entre alguna que otra explotación agrícola solitaria donde tememos encontrarnos con maquinaria. Atrás dejamos la población de Isla para continuar hasta “Isla bis”, pero la carretera ahora no solo era estrechó si no que se volvió sinuosa y ascendente así que ya no tenemos muchas ganas de meternos en problemas, al menos no en más de los necesarios y menos para encontrar un lugar donde dormir, así que nos dimos la vuelta. Ahora cuando miro de nuevo el mapa creo que el navegador nos introdujo por carreteras estrechas cuando posiblemente habría otras más anchas, pero, ya está hecho, así que en la cercana población de  Ajo encontramos un aparcamiento a las afueras (43.482899, -3.61004), pero cercano a zona comercial y viviendas y allí nos quedamos.

La mañana siguiente el cielo no era tan plomizo y pusimos rumbo a la cercana playa de Cuberris

Cuando llegamos nos sorprendió una hilera formada por una veintena de autocaravanas se apretujaban en un aparcamiento que miraba a la playa, aunque no se veía el mar. Casi no se podían abrir las puertas sin meterse en la contigua. Sin duda, me sentí mucho más cómoda en donde pasamos la noche anterior. Pero casi no podemos ni dar la vuelta ya que la carretera muere en la playa, frente a las puertas de un camping y un galibo nos impide entrar en un aparcamiento que nos facilitaría la maniobra. Menos mal que el camping abre la barreras permitiéndonos girar. Hay otro aparcamiento, vacío, pero también con gálibo así que conseguimos aparcar en una carreterita perpendicular, acercarnos a la playa y regresar sobre nuestros pasos para poner ahora rumbo al faro de Ajo.

Cuando llegamos estaba cerrado hasta las 11. Faltaba media hora así que unas jóvenes que estaban colocando un puesto de venta de ropa nos sugirieron que nos acercáramos a la Ojerada pero justo allí en park4night aparecía un aparcamiento con posible pernocta donde los comentarios sobre la carretera se referían a su estrechez lo que confirmé con el google earth así que decidimos esperar ya solo veinte minutos para visitar el faro.

Y me alegré, porque el faro, que como todos están situados en hermosos parajes, es  muy muy peculiar, decorado con dibujos y colores llamativos. Muy original. 

Dimos un breve paseo, nos asomamos a los acantilados y  rumbo a la playa de Sorrozuela y playa de La Arena. 


Descendemos por una carretera con un par de buenas curvas pero con ancho suficiente y aterrizamos en una explanada verde frente a la playa. Se permite aparcar autocaravanas pero sin sacar ningún elemento fuera y solo sobre las ruedas. Por un momento pensé que era un sitio estupendo para  pasar la noche pero…solo estaba permitido el estacionamiento hasta las 24 horas, así que, mi gozo en un pozo. Y pese al claro cartel, había dos campers que en “ele” se habían montado sus mesas y sillas para pasar el día. Me tuve que morder la lengua hasta hacerme daño para no preguntarle porqué lo hacían, pero Angel tenía razón, no hay buscar problemas, así que nos acercamos a la playa.

Profunda pero pequeña y a estas horas del sábado concurrida, paseamos un poco y decidimos buscar ya un sitio para comer, descansar y pasar la noche.

Con esa idea nos dirigimos a  Noja a la playa del Ris donde encontramos varios aparcamientos, pero pese a habernos casi establecido, decidimos irnos. Estábamos en la cuneta, con la playa a nuestra espalda y bares y restaurantes al otro lado, pero no dejaba de ser una cuneta así que continuamos ahora en busca de un área que habíamos localizado en Ambrosero, bastante alejada de la costa pero con unas calificaciones inmejorables y habiendo pasado por  el área de Arnuero,que aunque gratuita era un corralillo cerca de la misma carretera, decidimos poner rumbo a esta.

Y nos topamos con un gran espacio junto a un campo de futbol, con prohibición para acampar y definiendo claramente lo que consideraban acampar. Estar dentro de la autocaravana, era acampar, así que estaba claramente prohibido. Pero además aquello era un jubileo. Autocaravanas, campers y turismos con mesas y sillas se habían instalado en este lugar que estaba junto a un chiringuito. Chiringuito era igual a jaleo, de música y coches y más en sábado, así que continuamos nuestro camino.

Pero interrumpimos nuestro camino dos veces. La primera en  las marismas de Joyel dando un bonito paseo alrededor de ellas y la segunda siguiendo una señal que indicaba San Roman de Escalante, una iglesia románica del siglo XII desviándonos hacia ella.

Pero cuando llegamos nos topamos con un restaurante y tras investigar vimos que la iglesia estaba al otro lado, escondida y cerrada a las visitas excepto los viernes de 16 a 18. 

No obstante aparcamos como pudimos, porque no tiene ni aparcamiento, y nos acercamos. Exteriormente no tiene nada que la haga destacar así que debe estar en su interior. Algo decepcionados y enojados pusimos ya rumbo definitivo al área donde nos encontramos ahora un sitio adorable, tranquilo, con unas espectaculares vistas y en completa soledad (43.420201, -3.553259). 

Es verdad que la entrada, unos 400 metros y cuesta arriba es estrecha, pero hay visibilidad. Es pequeñita pero tiene cambio de aguas y luz. 10 euros el aparcamiento que incluye el cambio de aguas, 3 más con luz y  4 solo el cambio de agua. El dinero se deja en un buzón y piden expresamente que no se utilicen los servicios si no se van a abonar.Pues prefiero mil veces pagar por esto, que quedarme en una cuneta o estar buscando y pensar que me pueden echar o multar. La lástima es que no haya más lugares como este e incluso cerca o en la misma playa. Sinceramente, Santander me esta decepcionando en este aspecto. Pocas áreas y persecución a las autocaravanas.

La paz ahora es inmensa, oímos el canto de los jilguerillos y de un cuco lejano. Una gozada.

Tras una tormentosa noche donde se ha levantado viento seguido de lluvia que nos ha obligado a levantarnos a cerrar la claraboya, el día amanece gris, pero no parece amenazar lluvia, así que decidimos poner rumbo a Santoña, al faro de El Caballo.

Hemos cambiado aguas y en poco menos de media hora estábamos aparcando junto al fuerte San Carlos en Santoña donde empieza la senda.

Desde allí, a poco más de las 10 hemos comenzado un ascenso continuo  por un camino ancho pero lleno de rocas y piedras que hacían que los pies bailaran de un lado a otro, así que una recomendación es llevar buen calzado.  La pista discurre entre un denso bosque de laureles y solo se abre a la costa en uno o dos puntos y no hemos dejado de cruzarnos con caminantes sobre todo al final.  Este ascenso prácticamente no ha acabado hasta que hemos llegado a una señal que nos indicaba a la derecha el faro avisando de sus 763 escalones.  Así que llena de temor, lo hemos encarado.

Unas escaleras en una pronunciada pendiente descienden por el acantilado. Me agarro a un cable de acero porque un mal paso puede ser terrible. Y nos vamos cruzando con gente que sube, unos mejor, pero otros bastante “perjudicados”.  El descenso que nos va acercando hacia el mar, discurre entre rocas y árboles. Es realmente hermoso pero cuando ya vemos el final, las piernas tiemblan.

Abajo encontramos un pequeño faro que parece de juguete y un grupo de jóvenes, alguno de los cuales ha bajado a darse un baño. El paisaje a derecha e izquierda es hermoso levantándose unos enormes muros de piedra grisácea sobre unas aguas de un intenso color azul turquesa. Pero…tenemos que ascender y comenzamos.


Y realmente se hace duro, muy duro sobre todo cuanto más se asciende. Yo, decido sentarme después del primer empujón y cuando reanudo la ascensión me doy cuenta de que sentarme ha sido un error. He de descansar, pero eso consiste solo en parar y quedarme de pie,  ya que mis piernas lo han notado, así que voy parando en los descansos de los tramos y mientras asciendo acompaso la respiración. Tengo 61 años, pero nado más de una hora y media a la semana repartido en tres días, hago pilates y paseo casi una hora diariamente y de vez en cuando juego al tenis. Con esto creo que pese a la edad, tengo una forma física aceptable. Y me ha costado. A Angel, con casi 5 años más que yo y con menos actividad física  le ha costado algo más. Así que hay que tomar nota. No es un ascenso fácil  -ni descenso- y hay que tomarlo con mucha tranquilidad

Aunque ”muertos matados” hemos terminado con los 763 escalones y después hemos tenido que descender este camino de rocas y piedras que parecía no tener fin. Hemos empleado unas tres horas o quizás un poquito más. No está mal, es el tiempo marcado en general para recorrer estos 7 km totales, pero sin tener en cuenta que sumamos unos añitos ya.

Hecho. Y me alegro porque me ha llegado a tentar ir en barco, ya que también se puede acceder por este medio para evitar esa tremenda bajada y subida, pero como bien ha dicho Angel, no tendría gracia. Pero ya, cada año que pasa es como si nos añadieran una pesa más o dos, y nos cuesta más trabajo. El tiempo aumenta las limitaciones físicas que cada vez, son mayores

Y hemos puesto ya rumbo al Sur, hacia Palencia. Mañana por la tarde tenemos que estar en casa así que decidimos regresar con tranquilidad, sin anchoas de Santoña, sin pasear por su playa y su hermosa bahía, ni admirar con más tranquilidad la belleza de sus marismas, que son bien hermosas, pero pensando en nuestro regreso.

Y ahora estamos en el área de Herrera de Pisuerga, donde estuvimos años atrás, recuerdo que en la última semana santa en la que subimos hacia la cornisa cantábrica. Entonces creo que era la noche de un jueves anterior a la Semana santa. Y el sitio nos resultó encantador, sobre  hierba junto al rio. Seríamos nosotros y otras dos autocaravanas más.

Pero hoy, a las 18 horas cuando hemos llegado, y a las 19 cuando escribo esto, un domingo por la tarde, está completa.  De hecho hemos ocupado el último espacio. Sinceramente, o algunos esperan a última hora para regresar a sus hogares (únicamente se fue una), o hay mucho jubilado o mucho desocupado. Pero es que también la pandemia ha cambiado hábitos laborales.

Y en nuestro ultimo día, de regreso, nos desviamos hacia el embarcadero del Canal de Castilla muy cercano al area y que encontramos solitario ya que los lunes no opera el barco que pasea por el canal. El lugar es también muy bueno para una pernocta aunque solitario.Nos quedará pendiente para otra vez que volvamos.

Canal de Castilla
Inmediatamente lo comparamos con el Canal de Midí francés por donde también estuvimos años atrás y a primera vista son iguales. Los franceses tienen la gran ventaja de que saben apreciar lo que tienen y lo cuidan hasta el mimo. Casi lo contrario a lo que hacemos nosotros. Desconocemos los tesoros que tenemos y los condenamos al abandono.

Canal de Midi. Francia (2015)

Mª Angeles del Valle Blazquez
Boadilla del Monte, Julio de 2023





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